Séptima parte de Guardianes

-¿Unidos?

Abrió los ojos confusa con el sueño arañándole las pupilas y trató de enfocar el rostro que tenía delante.

Belial estaba tumbado en la cama a su lado. Mirándola.

El sol se ocultaba despacio y  teñía de púrpura la habitación. Belial sonreía con el pelo despeinado sobre la frente acariciando sus pestañas negras y espesas que enmarcaban sus profundos ojos azules, más brillantes y hermosos que nunca al bañarse en ellos el brillo del ocaso.

Yarea se incorporó y se sentó en la cama con las piernas cruzadas.

-¿Has vuelto?

-Necesitaba cierta información.

Él se tumbó de espaldas y observó el techo y las paredes de la habitación.

-Es un cuarto horroroso.

Ella siguió su mirada y sonrió.

-No había mucho donde elegir.

-Tal vez un cuadro, una foto mía y una figurita de un gato.

-Supongo que tienes razón.

-Veré que puedo hacer.

Yarea desvió la mirada hacia su mano, no quedaba rastro de la herida.

-Ha sanado. –Musitó.

Levantó la suya y deshizo la venda. Su piel rosada y perfecta asomó con tan solo un rastro casi extinto de la sangre que la cubría.

-Parece que también compartimos mi facilidad para sanar. –Comentó el joven con una sonrisa.

Yarea se dejó caer a su lado de nuevo y observó su perfil.

-Nos hemos metido en un lío. -Murmuró Yarea.

-Define lío.

-Nuestros destinos están unidos.

-A eso de unidos quería llegar yo, parece que tu amigo el rubito sabía algo sobre nuestra unión.

-Es algo propio de los guardianes.

-Yo no soy un guardián.

-Bueno creían. –Lo miró, el seguía pendiente de la luz que jugueteaba con las paredes. –El rubito creía que sólo los guardianes podían unirse intercambiando sus sangres. Al parecer nunca se había probado con un guardián y un…

-Vampiro.

-Exacto.

-¿Qué significa eso de estar unidos?

Se había girado hacia ella y su rostro estaba tan cerca que podía oler su aliento, fresco, suave y embriagador. Por un instante perdió el hilo de la conversación.

Belial esbozo una sonrisa traviesa y se acercó un poco más provocando una corriente cálida y revoltosa en el vientre de la chica.

-Si a ti te pasa algo me pasa a mí. –Respondió por fin ella. –Y viceversa.

-Estás bromeando.

Ella negó con la cabeza.

-Creo que también nos hace más fuertes y unidos somos mejores.

-¿Mejores?

-Soy nueva en esto. –Se quejó ella sin apartar la vista de sus labios.

Belial pareció darse cuenta porque inclinó un poco la cabeza hacia ella y rozó suavemente su mejilla. Yarea era consciente de que apenas unos milímetros separaban sus labios y de que un pequeño movimiento los uniría.

-Si estamos unidos tan profundamente -susurró él- tal vez podríamos permitirnos ciertas confianzas.

Yarea se incorporó de golpe y lo miró enfadada.

-Estamos metidos en un problema serio.

-Tienes razón. –La miró con dulzura. –Seré bueno.

Ella recordó sus palabras cuando él le dijo que era del grupo de los malos pero no dijo nada.

Se miraron fijamente.

-Estoy cansada. –Musitó ella tumbándose.

-Duerme.

-¿Te vas a quedar?

-Supongo que es mejor que no nos separemos.

-¿Tiene que ser tan juntos?  – Tartamudeó ligeramente -Quiero decir ¿En la misma cama?

El volvió a sonreír con la misma sonrisa traviesa que llenó sus ojos de un fuego peligroso.

-Más vale prevenir.

Yarea suspiró y cerró los ojos.

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