Parte quinta de Guardianes

Ella dudó un instante. Observó la mano del joven y luego sus ojos azules. Él inclinó ligeramente la cabeza y entornó los ojos que por un segundo le parecieron peligrosos.

-¿No quieres venir conmigo?

Y ella sí quería pero de algún modo sentía que pertenecía a ese lugar, confiaba en su padre y en ese creído de Pablo. El labio superior del vampiro se elevó y la luz del sol  jugueteó con sus pestañas.

-Está bien. –Dijo ella sin demasiada convicción. –Salgamos de aquí.

Belial cogió prestada la moto que aguardaba junto a la puerta y Yarea volvió a recorrer la autovía en ella. Sujeta a la cintura del joven y preguntándose qué tendrían en contra de los coches sus nuevos amigos.

Abrió los ojos cuando el motor dejó de rugir y contempló la entrada de un hotel con un poco de desconfianza.

-¿Un hotel?

Belial asintió con una sonrisa pícara.

-En algún sitio tendremos que escondernos.

-Había pensado en un castillo o una cueva.

-El hotel parece más acogedor.

Tuvo que admitir que tenía razón.

Cogieron una habitación.

-Solo hay una cama. –Musitó Yarea sin mirarle.

No le hacía falta. Estaba segura de que sonreía.

-Me portaré bien.

Encendió la televisión y se sentó en la cama con las piernas cruzadas. Respiró hondo y trató de concentrarse en un reality en el que un grupo de chicos y chicas se encerraban en una casa y se peleaban o acostaban unos con otros de manera aleatoria.

Escuchó el agua de la ducha y un cosquilleo agradable recorrió su vientre al imaginarse a su compañero de habitación en ella.

Salió cubierto sólo con una toalla y con el pelo mojado.

-Debería comprar ropa.

Ella se había quedado sin palabras.

Trató de apartar la mirada de los músculos del abdomen y de la forma perfecta de sus pectorales.

Clavó los ojos en la pantalla.

-Es el programa más raro que he visto en mi vida. –Dijo. –Estos dos estaban peleándose hace un rato.

Belial se dejó caer a su lado. Se recostó en la cama con las manos tras la cabeza y prestó atención a la televisión.

-Ahora parece que se llevan muy bien.

Era difícil no despistarse con la toalla pero Yarea trató de no volver la vista.

-Tal vez sí que deberías comprarte algo de ropa.

Lavaron los vaqueros y fueron a un centro comercial. Belial había tenido la precaución de recuperar su cartera antes de abandonar el chalet. Compraron comida y ropa.

-Podríamos entrar en una agencia de viajes y sacar billetes para cualquier parte del mundo.

Yarea lo observó de reojo.

-No hay nada que te ate aquí.

-Ni aquí ni en ningún sitio.

Había creído percibir en su tono un cierto desengaño. Sonreía pero sus ojos parecían tristes.

-Necesito tiempo –dijo ella –para pensar.

-Volvamos al hotel.

Belial contempló el líquido ámbar que  jugueteaba con los hielos.

 -¿Seguro que no quieres una copa?

Yarea se había puesto un chándal y se tumbó en la cama. Llevaba dos días sin dormir. Tres si no contaba su sueñecito en el avión. Se sentía cansada y mareada. Cerró los ojos y bostezó.

-Estoy rendida. Sólo necesito dormir.

Belial la observaba con una mirada dulce. Como si quisiera sonreír pero tuviera miedo de ser feliz. Dejó el baso en la mesa y se tumbó a su lado.

-De acuerdo, duerme.

Yarea sintió el corazón acelerarse y las mariposas que gobernaban su estómago bailotearon nerviosas de nuevo.

Él había vuelto la cabeza y la observaba otra vez. En silencio.

-¿Aventura? –Preguntó ella.

Belial entornó los ojos.

-Cuando te conocí dijiste que venías a España en busca de aventura.-Continuó.

Él sonrió.

-¿Dije eso?

Ella asintió.

-Necesitaba alejarme de mi hermano.

-¿Así que tienes familia?

-Sólo un hermano pero no nos llevarnos demasiado bien.

-Él es también un…

-¿Vampiro?

Yarea afirmó con un gesto avergonzado.

-Todavía no he asimilado ciertos conceptos.

Belial volvía a sonreír. Parecía más joven y relajado.

-Sí, él también es un vampiro.

-¿De los malos?

Una débil carcajada escapó de sus labios.

-No, no creo que él sea de los malos.

Entornó los ojos y dejó de sonreír. Su mirada se volvió oscura y peligrosa.

-Creo que yo sería de ese grupo.

-¿Sabías qué yo era una guardiana cuando nos conocimos?

Yarea tartamudeó y dejó de respirar asustada.

-No.

-¿Vas a hacerme daño?

Belial se echó sobre ella y su mano cubrió la boca de la chica. Sus ojos seguían fijos en los de ella e hizo un gesto rápido indicándole que estuviera callada.

Todo había ocurrido en décimas de segundo. El corazón de la chica trataba de recuperar el ritmo mientras sus pulmones parecían haberse olvidado de respirar.

El inclinó la cabeza y sus labios le rozaron el cuello. Sintió la respiración cálida del joven y se le erizó la piel. Corrientes eléctricas circulaban por su cuerpo y sólo era consciente del peso del muchacho sobre ella y del roce de su piel ahí donde la ropa se había levantado.

-No estamos solos. –Murmuró.

Se levantó despacio y ella se quedó quieta.

Una sombra cruzó la habitación y cayó sobre Belial que se revolvió con rapidez y la lanzó contra la pared.

La luz de la luna iluminaba los rincones pero Yarea sólo distinguía formas. Ahora al menos había dos personas más.

Belial golpeó a otra pero consiguieron sujetarle y una de las sombras lo agarró del pelo y le asestó una patada en el estómago.

Aun así se levantó y volvió a lanzarse contra ellos.

Yarea estaba sin aliento. Acurrucada contra la pared.

Unas manos la sujetaron con fuerza y la levantaron como si fuera una muñeca.

-Tienes un gusto extraño para tus amistades.

Habían vuelto a inmovilizar a Belial que rugió como un animal luchando por liberarse.

-Déjala en paz. –Siseo.

Y una carcajada cruel escapó de la garganta del agresor que sacó a Yarea de la cama y la sujetó contra su cuerpo.

Belial se lanzó contra él y ella salió disparada contra un espejo.

Sintió un dolor punzante en la espalda. Se dobló y cayó de rodillas en el suelo, entre los cristales.

Pudo ver a uno de los asaltantes a su lado con algo clavado en el pecho. Sus ojos sin  vida parecían observarla.

Belial la tomó de la cintura.

-Hora de irse.

Se encaramó a la ventana y saltó.

Ella sintió el aire y la sensación de caer en el vacío.

Aterrizaron limpiamente en el suelo y Belial la abrazó y corrió hacia las casas.

El sonido de otros cuerpos que caían sobre el asfalto resonó a lo lejos seguidos de pasos.

No podía estar segura de cuánto tiempo estuvieron huyendo. Sentía un dolor agudo en la espalda y la húmeda sensación de la sangre al resbalar por ella.

Por fin pararon y Belial la dejó con cuidado en el suelo.

-¿Estás herida?

-Creo que sí.

Se volvió y escuchó un susurró enfurecido.

-No tiene muy buena pinta.

Belial la sujetó con cuidado el rostro y la obligó a volver la cabeza. Sus ojos se encontraron.

Levantó una mano. La herida de la muñeca parecía un rasguño casi curado. Él se la llevó a la boca. Yarea pudo ver los colmillos que se clavaban en la piel y la rasgaban. La sangre volvió a escapar.

-Nuestra sangre tiene poderes curativos. Sanaras muy rápido.

Acercó la herida a los labios de la chica.

-Bebe.

Y ella dejó que la sangre entrará en su boca y se precipitara cálida por sus venas.

Sintió un calor poderoso y arrebatador recorrer su cuerpo. El aire se hizo intenso y seductor agrandando sus pulmones que parecieron respirar con mayor fuerza. Los sonidos se volvieron cercanos, fuertes y los colores intensos y llamativos.

Distinguía movimientos en la lejana playa y en las ramas de los árboles. El sonido de los insectos reptando por el suelo, la respiración  de alguien que dormía en una casa cercana.

Y sobre todo dejó de sentir dolor.

-¿Mejor?

La muñeca del joven se alejó de ella.

Sonrió.

-Mucho mejor.

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